Efectivamente es posible encontrar un discurso extremista en esos dignatarios religiosos islámicos, con lo cual técnicamente la Hasbará no está mintiendo. Sin embargo, el argumento conlleva una afirmación tácita, que es la de que dicho fanatismo es un atributo exclusivo de los líderes musulmanes.
Habiendo crecido en la Argentina en el seno de una familia no católica, y habiendo abrazado el ateísmo desde muy joven, puedo certificar que la incitación al odio ha sido desde siempre, y continúa siendo, una parte integral del discurso de los clérigos católicos. En efecto, basta alejarse de las parroquias céntricas, donde los curas saben que deben obrar con una cierta dosis de corrección política, para oír sermones impregnados del odio más crudo a los ateos, a la izquierda política y, cómo no, a los judíos. En Semana Santa suelen arreciar las prédicas antisemitas; hace un tiempo guardaba yo un registro con los casos más notables, pero la cantidad de casos terminó por superarme. No descalifico a la Iglesia in toto por esas instancias manifiestas de discriminación, pero me pregunto por qué no se les da tanta publicidad como a los sermones de los imanes.
Claro que un sionista podrá afirmar que la Hasbará se centra en el conflicto árabe-israelí, y entonces lo que cabe preguntarse es si existirá entre los líderes religiosos judíos una incitación al odio comparable a la de los imanes en las mezquitas (o los curas en las parroquias).
La respuesta concisa es sí. Sin ponerme a hacer una lista de monstruosas declaraciones rabínicas no sólo contra los árabes, sino contra todos los no judíos, que lógicamente no han sido mencionadas nunca por la prensa occidental (Dios nos libre, eso sería antisemitismo), quisiera reproducir algunas palabrejas de Shmuel Eliyahu, gran rabino de la ciudad israelí de Safed, escritas para una newsletter difundida en sinagogas de todo Israel a raíz del reciente ataque terrorista contra una ieshivá (academia rabínica) perteneciente a la vertiente extremista del judaísmo ortodoxo. Dichas palabras fueron reproducidas por el diario israelí Ha'aretz. Veamos:
Es hora de llamar las cosas por su nombre: venganza, venganza, venganza. No debemos olvidar. Debemos tomarnos una horrible venganza por el ataque terrorista a la ieshivá Mercaz Harav. [El Estado] debe hacerlos sufrir hasta el punto en que griten "basta", hasta el punto en que se desplomen y griten "auxilio". [Debemos] colgar de un árbol a los hijos del terrorista que llevó a cabo el ataque a la ieshivá Mercaz Harav.
Por supuesto, voces sionistas saldrán a condenar a este rabino, y la Hasbará señalará a esas voces como prueba de que, mientras que el Islam es monolítico en su odio, el sionismo repudia a sus propias ovejas negras. Sin embargo, es posible otro análisis. Es posible sostener que las críticas al rabino son producto de la hipocresía y de la comprensión, por parte del sionismo, de la necesidad de cuidar las formas. La gran cuestión es: ¿luchará alguno de esos feroces críticos del rabino odiador porque sea desplazado de su cargo? Las palabras de repudio ¿se traducirán en algún castigo efectivo? Ése es el verdadero test.
Si nos guiamos por lo que ha ocurrido en Israel desde 1948 a esta parte, dentro de un año el rabino Eliyahu seguirá en su puesto, y volverá a pedir el asesinato de inocentes. Y algunas voces israelíes cuidarán las formas y repudiarán al rabino (pero sin luchar por su dimisión), mostrando la capacidad que tiene el sionismo para marginar a sus propios extremistas o, en otra y más verosímil interpretación, lo hipócrita que es.
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